jueves, 20 de septiembre de 2012

Capitulo 15



En el capitulo anterior...

Subi a mi habitacion para intentar leer un poco pero, nada mas entrar por la puerta, comence a sentir unas terribles arcadas. Corri al baño y vomite en el lavabo. Mi cuerpo se retorcio hasta que arroje la ultima gota.

-Otra vez no... -suplique entre jadeos.

CAPITULO 15


Abrí el grifo y limpié lo que había manchado. Cerré los párpados y me mojé la cara,
tenía la sensación de que mi cerebro estallaría de un momento a otro.

Salí del agua un minuto después. Dejé que las gotas me resbalaran por la piel para caer de nuevo al lavabo. Respiré lentamente y abrí los ojos. Parpadeé varias veces sin comprender lo que veía. Estaba ante mi reflejo. Me quedé inmóvil, sin poder reaccionar durante los primeros segundos.

En cuanto fui consciente de lo que estaba viendo, salí corriendo del baño. Miré a mi alrededor en busca de un espejo: por el armario, detrás de las puertas, en algún cajón, pero no encontré ninguno. Me acerqué a la ventana y me miré en el cristal, pero no era suficiente. Salí de la habitación corriendo hacia la planta inferior.
Allí continué con mi búsqueda. Registré hasta en los lugares más insospechados, pero no había nada, ni uno solo en toda la casa. ¿Era eso posible?

Cogí las llaves y salí fuera, pero ni siquiera encontré un coche que pudiera prestarme su retrovisor. Corrí hacia el centro y divisé uno aparcado frente al primer bar. Me dirigí decidida hacia él, pero el dueño se cruzó en mi camino frustrando mi intento. Cambié de rumbo, me di la vuelta y entré veloz en un local. En esos lugares siempre suelen tener alguno en los baños.

Todos me miraron en cuanto entré corriendo, en busca de los lavabos. Abrí la puerta de un manotazo. Dentro estaba oscuro. Busqué con ansiedad el interruptor. Encendí la luz, me acerqué al espejo, y miré. Pero lo que vi me hizo temblar.

Ahí, frente a frente tenía mi reflejo. Era mío, no había nadie más, pero, si no fuera porque sabía que no era posible, habría jurado que esa personano era yo.

Mis ojos eran negros, de un negro tan intenso que hacía difícil diferenciar pupila e iris, mis labios habían perdido su color para adoptar un tono casi violáceo. Pero eso no era lo peor de todo, lo más impactante era mi piel. Directamente, no había color en ella, al menos ninguno que se pudiera considerar normal. Era blanquecina, como el de una tiza envejecida con un ligero tono amoratado. Parecía sin vida, como… muerta.
Como acto instintivo, me llevé una mano al pecho. Guardé silencio intentando captar el movimiento de mi corazón, pero no encontré nada, ni un tenue latido. Volví a insistir.

Yo lo había sentido, recordaba perfectamente cómo había saltado al ver a Peter por primera vez. Pero ya no era así, ahora no había movimiento en mi interior. Tomé aire repetidas veces. Respiraba. Eso tenía que significar algo, ¿no?

Pero entonces, recordé que no había conseguido comer nada en los dos días que llevaba allí, no tenía ni un poco de hambre; tampoco había sentido ni frío ni calor, ni ninguna otra necesidad, excepto la de llorar. ¿Por qué había tardado tanto en relacionar todas esas cosas? Sacudí la cabeza; todo debia de ser un mal sueño.

Continuara...

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