domingo, 28 de octubre de 2012

Capitulo 47



#4 ♥ Vamos, vamos, vamos que el proximo aparece Candela! Que pasara en el encuentro? Comenten y lo sabran! Las quiero ♥


Cada vez el magnetismo es mayor... ¿ Serán capaces de admitirlo y dejarse llevar?


En el capitulo anterior...

-Descubrió nuestro trato y lo compartió con toda la familia.

Dejé de andar y lo miré de frente.

-¿Qué te dijeron?

-Querían que te compartiera con ellos. -Abrí la boca asustada, pero él me sonrió-. Me negué, por supuesto; tienen que aprender a buscarse sus propios cazadores.

CAPITULO 47

Le miré y me encogí de hombros.

-¿Y ahora qué? -pregunté.

-Es una fiesta -me respondió con una sonrisa tentadora-, intentemos divertirnos.
Me condujo a la pista de baile. Los pocos humanos que había en ella se separaron para abrirnos paso, pero no eran ellos los más impresionados sino los inmortales, que nos miraban con mayor intensidad.

-Peter -susurré-, yo no sé bailar esto.

-No importa, podemos hacerlo como tú quieras.

-No creo que quede bien.

Solo con pensar en su cuerpo pegado al mío se me congelaba la respiración.

-Entonces, déjame guiarte -me susurró posando una mano en mi cintura y acercándose más a mí-. Este baile no tiene grandes complicaciones.

Me tomó con delicadeza de la mano y me miró a los ojos. Inmediatamente después, aparté la vista; estaba demasiado nerviosa, no me atrevía ni a rozarle y mis rodillas temblaban de forma irracional; el calor había aumentado unos diez grados con su cercanía. Si mi corazón palpitara, estaría desbocado.

-¿Estás bien?

-Sí -musité con un hilo de voz.

-No bailaremos si no quieres -dijo alzando mi barbilla para poder buscar de nuevo mis ojos.

Su mirada me derritió; parecía tan inocente y galán que por un momento creí que no sería capaz de articular palabra, pero sentí la atención de muchos de los presentes puesta en nosotros y eso ayudó a espabilarme.

-Estoy bien.

Me armé de valor, tomé su mano y lo adentré más en la pista. Él me seguía con una sonrisa divertida en los labios. Dejé que volviera a cogerme y, un instante después, el salón y la multitud de lámparas empezaron a girar a nuestro alrededor.

Tenía complicaciones con el calzado y con el vestido; no estaba acostumbrada a moverme con semejantes piezas de artesanía en mi cuerpo. Pero Peter se mostró muy paciente y no dejó que tropezara; cuando veía que eso podía ocurrir, me elevaba un poco en el aire para impedir el traspié. Al final, me limité a dejar que él me guiara y, en cuanto lo hice, las cosas comenzaron a fluir de mejor manera. 

La brillante demostración de mis dotes para la danza solo provocó nuevas miradas, esta vez mucho más reprobatorias.  Por suerte, dejamos de ser el centro de atención en cuanto Pablo y Rocio se incorporaron a la pista. 

Ellos brillaban por sí solos. El cabello dorado de Rocio relucía bajo las luces, y el color de su vestido hacía resaltar su piel albina haciéndola parecer más que nunca una delicada muñeca de porcelana. Era la envidia y frustración de todas las chicas humanas de la pista, incluida yo, que no lo era. Pablo se movía con la gracia de un bailarín, como si llevara haciendo eso toda la vida. Sus movimientos eran gráciles, dotados de una elegancia ya hace tiempo extinguida. 

Los dos eran hermosos. Si hubiera que poner una imagen para cada palabra, ellos representarían la perfección. Estaba convencida de que podrían apoderarse del universo y esclavizar al mundo, que todos les seguirían amando.

Solo se me ocurría una persona capaz de competir contra esa hermosura: Peter. Él no era ni más ni menos maravilloso que ellos; su belleza era diferente. En Pablo y Rocio todo era armonía, en Peter, oscuridad; la noche y el día.

El corazón de Peter palpitaba con fuerza, un poco más rápido de lo normal. 

Inconscientemente apoyé la cabeza contra su duro pecho para poder deleitarme con ese sonido mientras les contemplaba bailar, en su mundo, ajenos a toda la admiración que despertaban. Por desgracia, aún había ojos puestos en nosotros. Seguramente todos se preguntaban qué hacía Peter bailando con alguien como yo, incluso yo misma lo hacía. Resultaba mucho más razonable verlo al lado de alguien como Rocio.

Sentí su mano desplazarse por mi espalda. Su roce liberó una ligera descarga por todo mi cuerpo, entonces decidí olvidarme lo que él era y de lo que me había pasado y dejar a un lado todas mis frustrantes inseguridades. 

Quería sentirme normal, por una noche, por “esa”noche; no deseaba ser más que una chica corriente abrazada al chico que quería, y que fuera como un sueño, un sueño donde todo fuese más fácil y terminara bien.

Continuara...

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