sábado, 27 de octubre de 2012

Capitulo 41


#2 del dia


Peter parece estar ahi cada vez que a Lali le pasa algo. De a poco Rochi acepta la realidad. Lali cree descubrir lo que siente por Peter.


En el capitulo anterior...

Sonrió.

-Siento defraudarte, si esperabas una capa y mallas rosas –comentó en tono sarcástico.

-No, odio el rosa.

-Sí… supongo que yo también.

Ambos reímos con una risa tenue.

-Me alegra que te hayas transformado –me dijo con el tono más sincero que le había oído nunca.

CAPITULO 41

Hizo ademán de acercar su mano enguantada a mi mejilla, pero, en el último momento, se contuvo. Sus ojos negros brillaban con una luz especial. Aquellas palabras me descolocaron por completo. No sabía si se trataba de un sentimiento sincero e inocente, o al hecho de que ahora yo ya cumplía con todas las exigencias que él había impuesto para llevar a cabo su parte del trato.

-Todo ha cambiado respecto a ayer –reconocí, y la verdad de mis palabras me abrumó.

-¿Qué es lo que sientes?

-No lo sé, creo que me siento bien. –Le miré a los ojos -. Dime una cosa, ¿merece la pena? Ser inmortal, quiero decir.

Arrugó el ceño.

-Lo que yo pueda decirte no tiene importancia. No son más que los desvaríos de varias décadas sin nada especial.

Se levantó y continuó paseando, yo le seguí hasta llegar a su altura y ambos caminamos uno al lado del otro, en silencio, contemplando el paisaje. Bueno, en realidad, solo él lo hacía; yo me limitaba a observarlo. Sonreí ante lo normal que parecía el hecho de que paseáramos juntos, igual que si nos conociéramos de toda la vida. Eso era precisamente lo que empezaba a sentir cuando estaba a su lado, una extraña confianza.

Se detuvo un momento con los ojos clavados en la zona norte del parque, con cierta inquietud. Miré en su dirección, pero no había nada más que una mujer leyendo un periódico sentada en un banco y una pareja joven tumbada en el césped.

-Creo que será mejor que regrese ya –dije– Aún no he visto a Rocio y debe de estar impaciente.

Poco después ya estábamos de camino a casa, a “mi” casa. Ahora sí que podría llegar a considerarlo mi hogar. Todo comenzaba a cuadrar a la perfección, como un puzzle que había permanecido sin completar durante mucho tiempo a la espera de que apareciera la última pieza, y esta fuera, precisamente, mi transformación. Ahora yo era parte de algo.

Tenía de nuevo un lugar en el mundo y él era, en gran parte, el culpable de ello.
Peter me dejó frente a la verja de hierro forjado que daba a la entrada y se marchó.

Me volví hacia aquella antigua edificación en la que había “vivido” los últimos días y la encontré sorprendentemente bonita. Ascendí una vez más la pequeña escalinata de piedra grisácea e irregular para llegar ante la puerta de madera. Me preparé, como siempre, para emplear todas mis energías en abrirla, pero en esta ocasión no hizo falta que apoyase mi cuerpo contra ella, bastó con un leve empujón, un pequeño y ridículo empujoncito para que esa mole que tantas veces me había conducido a la alfombra del recibidor se abriera sin problemas. Me miré las manos, ¿así que por eso nunca había visto a los Esposito teniendo problemas para moverla? No me habían comentado nada sobre una fuerza sobrenatural.

La casa estaba prácticamente desierta cuando llegué. Todas las luces estaban apagadas excepto la de la salita de estar y el único sonido procedía del viejo gramófono. Las notas vacilaban, algunas chirriando como chispitas por la antigüedad del vinilo. En ese momento me di cuenta de lo bien que olían todos los muebles a madera antigua.

Me acerqué, pero ahí tampoco había nadie. La puerta de cristal que conducía al jardín de la parte trasera estaba abierta. Salí afuera, pero todo estaba muy silencioso.

-Estoy aquí –dijo la voz de Rocio a mi espalda.

Me di la vuelta. Estaba sentada en una mecedora de mimbre, junto a la pared. No la había visto al salir.

-Hola – saludé.

-¿Qué tal tu primer día como cazadora? –preguntó en un tono mucho menos seco de lo que esperaba.

-No tan bien como me gustaría, pero bien.

-¿Ha ocurrido algo? –Volví a notar ese deje de preocupación.

-Preferiría que no estuvieras enfadada conmigo, la verdad.

La oí inhalar aire pausadamente antes de contestar.

-No lo estoy, Lali.

-¿Ya no? ¿Por qué? –No es que no lo agradeciera, pero me sorprendía ese cambio de actitud.

Ella se levantó y se acercó a mí. La luz del interior de la casa iluminó parte de su rostro.

Su expresión era confusa, pero relajada.

-No confío en Peter –dijo –, y no creo que vaya a hacerlo nunca –agachó un segundo la cabeza, tomó un poco más de aire y luego volvió a mirarme –, pero él
descubrió antes que nosotros que tu hora había llegado, y en vez de aprovecharse de la situación te ayudó, y le estoy francamente agradecida. –Me detuvo antes de que yo pudiera decir nada –. No lo suficiente como para abrirle los brazos y permitir que sea una parte activa de esta familia, pero sí para concederle el beneficio de la duda, tanto a ti como a él. –Hizo una breve pausa, la intensidad de sus ojos se acrecentó –. Voy a creer en ti, Lali; si de verdad lo necesitas, no seré yo quien te separé de él.

Solté aire y la abracé, pillándola completamente por sorpresa.

-Gracias, significa mucho para mí que lo entiendas.

-Pero ten cuidado, Lali, por favor –me susurró al oído.

Me desperté muy agitada, extraña y confusa, con un inexplicable dolor en el pecho, pero no era una sensación física, era algo que me llenaba y acongojaba al mismo tiempo.

Su rostro, sus manos, su sonrisa, la tranquilidad que me transmitía, la dependencia
que sentía de su aroma, de estar junto a él. Me dejé caer de nuevo sobre la almohada con el peso de mi nuevo descubrimiento oprimiéndome en el pecho.

-Estoy… – le susurré, incrédula, al techo de mi habitación. Casi me daba miedo lo que estaba a punto de pronunciar. Cogí aire y cerré los ojos con fuerza –, estoy enamorada de Peter Lanzani.

Agité la cabeza, borrando esa idea de mi mente. No podía ser. Me gustaba, sí, me había sentido atraída por él, también, pero de ahí al amor hay un gran paso. Frené mis pensamientos bruscamente, su olor me llegaba muy nítido. Miré a mi alrededor, incluso fuera de la casa, pero él no estaba. En cambio, su esencia impregnaba cada prenda de mi ropa, cada célula de mi piel.

Corrí a la ducha y me enjaboné a conciencia para quitar todo rastro de él de mi cuerpo. Saqué unos vaqueros y una camiseta del fondo del armario, me vestí y salí de la casa antes de que el aroma que desprendían mis cosas pudiese pegarse de nuevo a mí. Cogí la bicicleta, el aire fresco me ayudaría.

Una parte, la más racional, me decía que tan solo estaba confusa, que lo que sentía por él no era amor, sino algo parecido a una amistad mezclada con una inevitable atracción física. Eso era lo que había creído hasta ese momento y no había ido demasiado mal, pero la otra parte, la más masoquista, me decía que estaba enamorada de él y me lanzaba imágenes a traición de su rostro, su sonrisa, sus manos… Me enfurecí conmigo misma. Su rostro, su sonrisa y sus manos eran iguales que la primera vez que lo vi. Entonces, ¿qué había cambiado ahora?

Pedaleé tan fuerte que la cadena salió despedida y perdí por completo el control. Tardé en darme cuenta de que descendía a toda velocidad por una carretera bastante empinada.

Luché contra el manubrio, pero este se dobló como si fuera goma. La bicicleta voló por los aires y, segundos después, contemplé irritada cómo terminaba golpeada contra un árbol de la linde de un bosque.

-Genial…

Propiné una patada a uno de los postes de hormigón que bordeaban la carretera. Apenas había llegado a rozarlo, pero se resquebrajó en pedazos. Di un paso atrás, asustada por mi propia fuerza.

Me dejé caer al suelo, boca arriba, ocultando el rostro con las manos. El sol penetraba entre mis dedos, tiñendo la oscuridad de color anaranjado. Un coche frenó detrás de mí.

Oí una puerta abrirse y cerrarse y unas pisadas acompasadas acercándose.

-¿Necesitas ayuda?

¿Era mi imaginación o de verdad él estaba ahí? Rogué por que no fuera así. La luz desapareció, algo me hacía sombra y su olor era inconfundible. Sí; por desgracia, era él.

-¿Estabas siguiéndome? –le encaré mientras me ponía en pie de un salto.

-Compruebo que todo va bien.

-No me hace falta tu ayuda, gracias –contesté, y le di la espalda para recoger un pedal que había caído a mi lado.

-Yo no diría lo mismo.

-Es problema mío.

-¿Nadie te comentó que no era conveniente que la utilizaras después de transformarte?

-¿Por qué no iba a serlo? –dije cruzándome de brazos.

-Demasiada fuerza en las piernas –razonó –. Al menos hasta que sepas controlarla, deberías dejarla aparcada en el garaje.

-De todos modos ya no tiene importancia –admití.

Cogí mi mochila, que había salido disparada unos metros más allá, y me la colgué del hombro. Peter examinó con detenimiento la bicicleta de Pablo durante unos
segundos.

-Si tanto te gusta, puedo arreglártela.

-¿Sabes reparar bicicletas? –pregunté, arqueando una ceja.

Soltó una leve risita.

-Solo cuando es estrictamente necesario.

Continuara...

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6 comentarios:

  1. Peter siempre esta cuando Lali necesita de ayuda!! Y Lali se dio cuenta que ahora ya es tarde.. se enamoro de Peter.. ahora y Peter, cuando se va a dar cuenta? JA ♥ Se aman, se aman! La cosa es dificil, muy complicada.. pero los dos podran superar todo.. yo creo en eso!

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  2. no me encanta enserio masss

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  3. yo nose si es cosa mia pero para mi que tiene como un toque a la pelicula crepusculo jaja cosa que me gustaaa

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  4. Ahora repara bicicletas!! me caso!! =P

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  5. tia parezco una loca leyendo tu nove a las 3:03 de la mañana jaja queda muy tarde en españa pero bueno es fin de semana asq no importa ^^ ademas merece la pena pork cada capitulo engancha mas y mas

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  6. Quiero mas nove plis!!!! Estoy feliz porque hoy puedo estar en el maratón espero el sig plis!!
    Me encanta que Lali se de cuenta de lo que le pasa con Peter esta ENAMORADA!!!!!!!!!
    @Titel842

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