#2 del dia
Peter parece estar ahi cada vez que a Lali le pasa algo. De a poco Rochi acepta la realidad. Lali cree descubrir lo que siente por Peter.
En el capitulo anterior...
Sonrió.
-Siento defraudarte, si esperabas una capa y mallas rosas –comentó en tono sarcástico.
-No, odio el rosa.
-Sí… supongo que yo también.
Ambos reímos con una risa tenue.
-Me alegra que te hayas transformado –me dijo con el tono más sincero que le había oído nunca.
CAPITULO 41
Hizo
ademán de acercar su mano enguantada a mi mejilla, pero, en el último momento, se
contuvo. Sus ojos negros brillaban con una luz especial. Aquellas palabras me descolocaron
por completo. No sabía si se trataba de un sentimiento sincero e inocente, o al
hecho de que ahora yo ya cumplía con todas las exigencias que él había impuesto
para llevar a cabo su parte del trato.
-Todo ha
cambiado respecto a ayer –reconocí, y la verdad de mis palabras me abrumó.
-¿Qué es
lo que sientes?
-No lo
sé, creo que me siento bien. –Le miré a los ojos -. Dime una cosa, ¿merece la pena? Ser
inmortal, quiero decir.
Arrugó el
ceño.
-Lo que
yo pueda decirte no tiene importancia. No son más que los desvaríos de varias décadas
sin nada especial.
Se
levantó y continuó paseando, yo le seguí hasta llegar a su altura y ambos
caminamos uno al lado del otro, en silencio, contemplando el paisaje. Bueno, en
realidad, solo él lo hacía; yo me limitaba a observarlo. Sonreí ante lo normal
que parecía el hecho de que paseáramos juntos, igual que si nos conociéramos de
toda la vida. Eso era precisamente lo que empezaba a sentir cuando estaba a su
lado, una extraña confianza.
Se detuvo
un momento con los ojos clavados en la zona norte del parque, con cierta inquietud.
Miré en su dirección, pero no había nada más que una mujer leyendo un periódico
sentada en un banco y una pareja joven tumbada en el césped.
-Creo que
será mejor que regrese ya –dije– Aún no he visto a Rocio y debe de estar impaciente.
Poco después
ya estábamos de camino a casa, a “mi” casa. Ahora sí que podría llegar a considerarlo
mi hogar. Todo comenzaba a cuadrar a la perfección, como un puzzle que había
permanecido sin completar durante mucho tiempo a la espera de que apareciera la
última pieza, y esta fuera, precisamente, mi transformación. Ahora yo era parte
de algo.
Tenía de
nuevo un lugar en el mundo y él era, en gran parte, el culpable de ello.
Peter me
dejó frente a la verja de hierro forjado que daba a la entrada y se marchó.
Me volví
hacia aquella antigua edificación en la que había “vivido” los últimos días y
la encontré
sorprendentemente bonita. Ascendí una vez más la pequeña escalinata de piedra
grisácea e irregular para llegar ante la puerta de madera. Me preparé, como siempre,
para emplear todas mis energías en abrirla, pero en esta ocasión no hizo falta que
apoyase mi cuerpo contra ella, bastó con un leve empujón, un pequeño y ridículo empujoncito
para que esa mole que tantas veces me había conducido a la alfombra del recibidor
se abriera sin problemas. Me miré las manos, ¿así que por eso nunca había visto a
los Esposito teniendo problemas para moverla? No me habían comentado nada sobre
una fuerza sobrenatural.
La casa
estaba prácticamente desierta cuando llegué. Todas las luces estaban apagadas excepto
la de la salita de estar y el único sonido procedía del viejo gramófono. Las
notas vacilaban,
algunas chirriando como chispitas por la antigüedad del vinilo. En ese momento
me di cuenta de lo bien que olían todos los muebles a madera antigua.
Me
acerqué, pero ahí tampoco había nadie. La puerta de cristal que conducía al
jardín de la parte trasera estaba abierta. Salí afuera, pero todo estaba muy
silencioso.
-Estoy
aquí –dijo la voz de Rocio a mi espalda.
Me di la
vuelta. Estaba sentada en una mecedora de mimbre, junto a la pared. No la había
visto al salir.
-Hola –
saludé.
-¿Qué tal
tu primer día como cazadora? –preguntó en un tono mucho menos seco de lo que
esperaba.
-No tan
bien como me gustaría, pero bien.
-¿Ha
ocurrido algo? –Volví a notar ese deje de preocupación.
-Preferiría
que no estuvieras enfadada conmigo, la verdad.
La oí
inhalar aire pausadamente antes de contestar.
-No lo
estoy, Lali.
-¿Ya no?
¿Por qué? –No es que no lo agradeciera, pero me sorprendía ese cambio de actitud.
Ella se
levantó y se acercó a mí. La luz del interior de la casa iluminó parte de su
rostro.
Su
expresión era confusa, pero relajada.
-No
confío en Peter –dijo –, y no creo que vaya a hacerlo nunca –agachó un segundo
la cabeza, tomó un poco más de aire y luego volvió a mirarme –, pero él
descubrió
antes que nosotros que tu hora había llegado, y en vez de aprovecharse de la situación
te ayudó, y le estoy francamente agradecida. –Me detuvo antes de que yo pudiera
decir nada –. No lo suficiente como para abrirle los brazos y permitir que sea una parte
activa de esta familia, pero sí para concederle el beneficio de la duda, tanto
a ti como a
él. –Hizo una breve pausa, la intensidad de sus ojos se acrecentó –. Voy a creer en
ti, Lali; si de verdad lo necesitas, no seré yo quien te separé de él.
Solté
aire y la abracé, pillándola completamente por sorpresa.
-Gracias,
significa mucho para mí que lo entiendas.
-Pero ten
cuidado, Lali, por favor –me susurró al oído.
Me
desperté muy agitada, extraña y confusa, con un inexplicable dolor en el pecho,
pero no era una sensación física, era algo que me llenaba y acongojaba al mismo
tiempo.
Su
rostro, sus manos, su sonrisa, la tranquilidad que me transmitía, la dependencia
que
sentía de su aroma, de estar junto a él. Me dejé caer de nuevo sobre la
almohada con el peso de mi nuevo descubrimiento oprimiéndome en el pecho.
-Estoy… –
le susurré, incrédula, al techo de mi habitación. Casi me daba miedo lo que estaba
a punto de pronunciar. Cogí aire y cerré los ojos con fuerza –, estoy enamorada
de Peter Lanzani.
Agité la
cabeza, borrando esa idea de mi mente. No podía ser. Me gustaba, sí, me había sentido
atraída por él, también, pero de ahí al amor hay un gran paso. Frené mis pensamientos
bruscamente, su olor me llegaba muy nítido. Miré a mi alrededor, incluso fuera
de la casa, pero él no estaba. En cambio, su esencia impregnaba cada prenda de
mi ropa,
cada célula de mi piel.
Corrí a
la ducha y me enjaboné a conciencia para quitar todo rastro de él de mi cuerpo.
Saqué unos vaqueros y una camiseta del fondo del armario, me vestí y salí de la
casa antes de que el aroma que desprendían mis cosas pudiese pegarse de nuevo a
mí. Cogí la bicicleta, el aire fresco me ayudaría.
Una
parte, la más racional, me decía que tan solo estaba confusa, que lo que sentía
por él no era amor, sino algo parecido a una amistad mezclada con una
inevitable atracción física. Eso era lo que había creído hasta ese momento y no
había ido demasiado mal, pero la otra parte, la más masoquista, me decía que
estaba enamorada de él y me lanzaba imágenes a traición
de su rostro, su sonrisa, sus manos… Me enfurecí conmigo misma. Su rostro, su sonrisa
y sus manos eran iguales que la primera vez que lo vi. Entonces, ¿qué había cambiado
ahora?
Pedaleé
tan fuerte que la cadena salió despedida y perdí por completo el control. Tardé en darme
cuenta de que descendía a toda velocidad por una carretera bastante empinada.
Luché
contra el manubrio, pero este se dobló como si fuera goma. La bicicleta voló
por los aires y, segundos después, contemplé irritada cómo terminaba golpeada
contra un árbol de
la linde de un bosque.
-Genial…
Propiné
una patada a uno de los postes de hormigón que bordeaban la carretera. Apenas había llegado
a rozarlo, pero se resquebrajó en pedazos. Di un paso atrás, asustada por mi
propia fuerza.
Me dejé
caer al suelo, boca arriba, ocultando el rostro con las manos. El sol penetraba entre mis
dedos, tiñendo la oscuridad de color anaranjado. Un coche frenó detrás de mí.
Oí una
puerta abrirse y cerrarse y unas pisadas acompasadas acercándose.
-¿Necesitas
ayuda?
¿Era mi
imaginación o de verdad él estaba ahí? Rogué por que no fuera así. La luz desapareció,
algo me hacía sombra y su olor era inconfundible. Sí; por desgracia, era él.
-¿Estabas
siguiéndome? –le encaré mientras me ponía en pie de un salto.
-Compruebo
que todo va bien.
-No me
hace falta tu ayuda, gracias –contesté, y le di la espalda para recoger un
pedal que había
caído a mi lado.
-Yo no
diría lo mismo.
-Es
problema mío.
-¿Nadie
te comentó que no era conveniente que la utilizaras después de transformarte?
-¿Por qué
no iba a serlo? –dije cruzándome de brazos.
-Demasiada
fuerza en las piernas –razonó –. Al menos hasta que sepas controlarla, deberías
dejarla aparcada en el garaje.
-De todos
modos ya no tiene importancia –admití.
Cogí mi
mochila, que había salido disparada unos metros más allá, y me la colgué del hombro.
Peter examinó con detenimiento la bicicleta de Pablo durante unos
segundos.
-Si tanto
te gusta, puedo arreglártela.
-¿Sabes
reparar bicicletas? –pregunté, arqueando una ceja.
Soltó una
leve risita.
-Solo
cuando es estrictamente necesario.
Continuara...
+7 FIRMAS Y OTRO
Peter siempre esta cuando Lali necesita de ayuda!! Y Lali se dio cuenta que ahora ya es tarde.. se enamoro de Peter.. ahora y Peter, cuando se va a dar cuenta? JA ♥ Se aman, se aman! La cosa es dificil, muy complicada.. pero los dos podran superar todo.. yo creo en eso!
ResponderEliminarno me encanta enserio masss
ResponderEliminaryo nose si es cosa mia pero para mi que tiene como un toque a la pelicula crepusculo jaja cosa que me gustaaa
ResponderEliminarAhora repara bicicletas!! me caso!! =P
ResponderEliminartia parezco una loca leyendo tu nove a las 3:03 de la mañana jaja queda muy tarde en españa pero bueno es fin de semana asq no importa ^^ ademas merece la pena pork cada capitulo engancha mas y mas
ResponderEliminarQuiero mas nove plis!!!! Estoy feliz porque hoy puedo estar en el maratón espero el sig plis!!
ResponderEliminarMe encanta que Lali se de cuenta de lo que le pasa con Peter esta ENAMORADA!!!!!!!!!
@Titel842