#2 ♥
El gran baile traerá consecuencias que Lali tal vez no sepa como manejar. Peter y su clan, no son precisamente bienvenidos.
En el capitulo anterior...
-Tienes que cuidarte de no mostrar tus habilidades en público.
-No ha sido voluntario -me defendí-, yo misma me he sorprendido, no he podido
controlarlo.
-Debes hacerlo. No me cabe la menor duda de que existe un buen número de guardianes y grandes predadores que estarán encantados de saber que hay un nuevo cazador en la ciudad.
CAPITULO 45
El vestido blanco que habia elegido para
mi, me hacia recordar a las novelas tipo orgullo y prejucio.
Me cubrió
los ojos antes de dejar que me viera en el espejo y los destapó con un voilà y una
enorme sonrisa. En ese momento comprendí el significado de la palabra
narcisismo.
Resultaba
difícil de creer que la chica del reflejo fuera la misma que me había recibido esa
mañana en mi habitación. Parpadeé un par de veces y continuaba estando ahí, mirándome
con unos perfectos ojos negros.
Rocio
había cuidado cada detalle, desde los zapatos con lazo hasta el elaborado
recogido al estilo griego que había hecho entrelazando todo mi pelo con
pequeñas
piedras de circonita. Ese era el único complemento que llevaba, ni collares, ni pendientes,
ni pulseras, solo esa discreta decoración en el peinado y una cinta de seda rosada
bajo el pecho, que rodeaba el talle y caía libre por la parte trasera del
vestido.
También
había insistido en el tema del maquillaje, pero, por suerte para mí, lo único
que había
hecho era ponerme un poco de colorete en las mejillas, resaltar los ojos y
aumentar ligeramente el tono de mis labios.
-Estás
perfecta -me dijo, uniéndose a mí, frente al espejo.
-¿Cómo lo
has hecho?
-Siglos
de experiencia en el sector -se burló.
-Tienes
que enseñarme a hacer estas cosas. 12
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Pronunció
más su sonrisa; que yo le pidiera eso significaba que estaba más que satisfecha
con su trabajo y proporcionaba la perspectiva de muchas tardes de trucos de belleza.
Me miré de perfil abrí mucho los ojos, el vestido era demasiado escotado para mi
gusto, pero debía admitir que ese corpiño ceñido había sido una gran idea.
-Vaya, es
increíble -admití.
-No
importa el tiempo que haya pasado, siguen quedando francamente bien. Por
suerte, siempre
nos quedarán estas ocasiones para desempolvarlos.
Sonreí,
parecía que incluso había crecido unos cuantos centímetros.
-Sigue
deleitándote con tu reflejo mientras yo me preparo.
No la oí
marcharse, ni tampoco regresar media hora más tarde.
-¿Qué te
parece?
La miré
e, inmediatamente después, me arrepentí. Fue aún peor de lo que me había
imaginado.
Si mi traje era sencillo, el suyo era todo lo contrario. Llevaba una cinta rodeándole
el cuello con unos adornos colocados en la pequeña torre que había hecho con su pelo.
-Tú has
hecho algún tipo de pacto secreto para ser así –le reproché-, no es humanamente
posible tener ese aspecto.
Se
encogió de hombros.
-Olvidas
que no lo soy... -me recordó mientras se acercaba al tocador y maquillaba algo en su
escote.
-Ni yo
tampoco, y mírame.
-Lali,
deja de lloriquear; estás increíble -dijo levantando mucho las cejas, y
suspiró-. Pobres jóvenes mortales, ¿qué será de sus cortas e insignificantes
vidas después de verte esta noche?
Mariano
apareció a mi lado, con un traje bastante actual. Era negro y constaba de una chaqueta
corta por delante y larga por detrás, adornada con una delicada rosa en un
ojal.
Bajo ella
destacaban una camisa, un chaleco y una corbata de lazo blancos.
-¿Tendría
la bondad de acompañarme, madame?
-preguntó tendiéndome un brazo.
Sonreí,
cohibida y acepté.
Llegamos
en el coche de Pablo. Me sorprendió comprobar que no estaba tan alejado de la
civilización como la casa de los Esposito. En esa zona me atrevería a decir que
incluso habitaban humanos, a juzgar por la cantidad de viviendas cercanas. La
fiesta se celebraba en un gran caserón. Desde fuera parecía una enorme caja
rectangular de color hueso con
decenas de grandes ventanales alargados. El lugar no parecía tan abandonado como
el resto de los grandes caserones de La Ciudad y aún mantenía; ese aire de majestuosa
pomposidad.
Todas las luces estaban encendidas y del interior llegaron sonidos
de voces acompañadas por una música melodiosa. Fuera, la calle estaba repleta de
coches de muy diversas épocas e incluso de antiguos carruajes; conducidos por caballos,
que pastaban tranquilamente en un lateral.
Mariano me
ofreció el brazo de nuevo y los cuatro nos dirigimos a la entrada.
-Esta
noche seremos los caballeros más envidiados de toda la fiesta -le dijo Mariano
a Pablo con una sonrisa-, por ir acompañados de las dos damas más hermosas del
lugar.
Miré al
suelo, avergonzada. Ascendimos por un pequeño caminito hasta la entrada. Allí había más
gente tomando un poco el aire y hablando animadamente. Percibí más de una mirada
furtiva en nuestra dirección.
-¡Los
Esposito!
Nos
recibió un hombre alto y delgado, con barba picuda y monóculo en el ojo
derecho. Nos hizo pasar sin demora. Besó mi mano y la de Rocio con una sonrisa
cordial e hizo una leve reverencia a Pablo. A Mariano, en cambio, le dedicó un
breve estrechamiento de manos.
Cuando
estuvimos dentro, la luz me deslumbró. Todo era grande, cargado y muy luminoso,
de colores muy claros. La fiesta se extendía por la planta baja, que era enorme;
de hecho, era tan grande que habían despejado tan solo una pequeña parte del centro
para convertirlo en una increíble pista de baile. Bordeándola, se repartían numerosas
mesas con algunos aperitivos para, por supuesto, deleite de los que aún vivían.
Al fondo, coronados bajo un delicado telón dorado, tocaba una banda de música muy
engalanada. Algo me dijo que ellos tampoco eran humanos.
Había más
gente allí de la que podía haber imaginado. Más que una fiesta parecía un concurso
de disfraces de época. Resultaba muy fácil diferenciar a los vivos de los muertos:
los primeros, cohibidos, estaban mucho más apartados que los segundos, que habían
dominado por completo el centro de la estancia más grande, en la que ahora nos encontrábamos.
-Y esto,
Lali -me susurró Rocio al oído-, es toda la alta sociedad.
-Me
arriesgo a aventurar que los humanos no se encuentran nada cómodos en esta celebración
-comentó Pablo.
-Entonces,
¿por qué acuden? –pregunté.
-Porque
es un evento de sociedad.
Miré a mi
alrededor.
-Es
abrumador.
Pablo y
Rocio se desenvolvían perfectamente entre toda aquella gente, saludando a uno y
otro lado, mientras yo les seguía con Mariano. Me presentaron como una prima lejana
que venía a pasar un tiempo a esa ciudad. Yo me limité a sonreír y a
escabullirme en cuanto tenía oportunidad.
De
pronto, cuando llevábamos allí cerca de media hora, la mitad de los asistentes
volvió sus cabezas hacia la entrada. Alguien acababa de llegar, pero entre mi
estatura, las altas pelucas de algunas de las asistentas y toda la gente que se
interponía entre esas puertas y yo no fui
capaz de ver de quién se trataba.
Busqué
con la mirada a alguno de los Esposito, pero tampoco los encontré. Sin embargo,
mi atención se desvió hacia un hombre alto que miraba casi indignado en esa dirección.
Sus ojos eran negros, su piel pálida y su apolillado uniforme militar parecía bastante
auténtico, así que me acerqué a él.
-¿Qué
ocurre? -pregunté en un susurro.
El hombre
apartó la mirada del lugar y la centró en mí; parecía algo impresionado y me analizó
exactamente de la misma manera que yo había hecho con él hacía solo un instante,
evaluando si yo era humana o una de los suyos. Pareció decantarse por lo segundo,
porque se inclinó hasta llegar a la altura de mi oído y susurró con voz grave.
-Acaban
de entrar... -dijo bajando aún más el tono de voz- grandes predadores.
Continuara...
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Peter????? Que pasará?? más!!!!
ResponderEliminarmas mas mas por dios mas que va a pasar que intriga
ResponderEliminarmás me encanta!!
ResponderEliminarmasssss
ResponderEliminarmas me encantaaa!!!!!!!
ResponderEliminarme encantóó
ResponderEliminarEntroo Peterr!!
ResponderEliminarMás!!!
ResponderEliminarAy quiero saber mas!!! Otro capi.
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