domingo, 25 de noviembre de 2012

Capitulo 58


#3


El peligro cada vez esta mas cerca...


En el capitulo anterior...

-Es... complicado. -Se volvió hacia mí por primera vez, yo me acerqué un poco más-. No sé qué siento porque soy incapaz de asimilarlo, no puedo creer que no vaya a volver a verle. Todo es tan... surrealista -dije-, como una extraña pesadilla.

-Sí, quizá toda esta vida sea tan solo eso, una pesadilla -murmuró centrando de nuevo su atención en el techo.

Jamás había oído hablar a Pablo de esa manera, como si de verdad odiara ser lo que era.

Por primera vez, vi el paso de los largos siglos reflejado en sus ojos.

CAPITULO 58


-Alsamendi... -repetí en voz alta-, ese apellido me suena de algo.

-Son los que convocaron la fiesta de la otra noche.

-¿Y qué tiene esto que ver con nosotros? -quise saber.

-¿Crees que se marchan porque...? -comenzó ella levantando la vista del periódico.

-Porque han percibido un aumento de guardianes, sí -terminó Pablo-, igual que los Riera. 18
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-¡Un aumento de guardianes! -exclamé volviendo a ponerme en pie, Pablo y Rocio me miraron atónitos-. ¡A eso se refería!

-Lali, por favor, explícate.

-La noche antes de irnos a la montaña -empecé-, una mujer me abordó por la calle, se le cayó algo cuando se fue.

Cogí mi mochila y rebusqué en su interior.

-Parece una insignia, en ella hay escrito “M. Alsamendi”.

-¿Martina? -intercambiaron una mirada nerviosa y se volvieron hacia mí-. ¿Qué te dijo?

-Que los sentía cerca o algo así, pero pensé que estaba loca. -Me detuve un momento- Creo que también "sugirió" que nos fuéramos de aquí.

-¿Por qué no nos lo contastes? -Su tono de voz fue muy duro.

-Porque no parecía estar cuerda -intenté justificarme, aunque sabía que ellos tenían razón; había cometido un grave error.

-No lo está, pero en su locura ella ve cosas que el resto no podemos ver -siguió Rocio.

-¿A qué te refieres? -pregunté.

-Martina Alsamendi intuye la presencia de los guardianes -explicó-. Tiene algún tipo de conexión con ellos.

-¿Y se suponía que yo debía saberlo? -Me puse a la defensiva.

-No. -Pablo tomó aire, serenándose-, claro que no, perdonanos.

-Pero Martina estaba encerrada en un psiquiátrico, ¿no? –siguió Rocio mientras volvía a coger el periódico.

-Ha debido de escaparse y por eso los Alsamendi se van. Ella les habrá prevenido.

-¿Por qué la encerraron si les servía para estar en alerta?

-Una persona como Martina levanta muchísimas sospechas -explicó Rocio aceleradamente-. Antes se escudaban en su locura, pero ella reveló demasiadas cosas sobre la familia y la gente comenzó a preguntar.

-Vamos, tenemos que hacerles una visita -dijo Pablo dirigiéndose a la salida.

Nos abrió la puerta una chica del servicio, joven y perfectamente uniformada. Clavó sus pequeños ojos en cada uno de nosotros, evaluándonos de arriba abajo.

-¿La familia Esposito? -El tono interrogativo fue muy leve, como si más bien lo afirmara.

-Desearíamos hablar con el señor Alsamendi, si no es molestia.

-El señor no acepta visitas, pero, dadas las circunstancias...

Me miraba con un interés descarado. A Rocio la trataba con indiferencia; en cambio, a Pablo con una secreta admiración y respeto.

Nos condujo hasta un elegante salón. No había rastro del esplendor de la fiesta y, en ese momento, todos los muebles estaban cubiertos por amplias sábanas blancas.

-El señor vendrá en un instante.

 Entró en la sala veloz, con una sonrisa radiante y los brazos abiertos en señal de bienvenida.

-¡Los Esposito! -exclamó.

A juzgar por la mirada que intercambiaron Pablo y Rocio, a ellos también les sorprendía ese comportamiento. Se acercó a Pablo y le estrechó la mano en un gesto políticamente correcto; hizo lo mismo con Rocio, aunque con bastante menos entusiasmo; y luego se detuvo frente a mí, pero hizo como si yo no existiera.

-Imagino que sabe por qué hemos venido. -El tono de Rocio era firme, directo y sus ojos fijos, impenetrables, todo lo contrario a como yo la conocía.

-Sí -masculló dirigiéndole una mirada nerviosa-, puedo hacerme una idea.

-Hemos leído esta mañana la noticia -siguió ella.

-Lo más inteligente habría sido partir antes -explicó él-, pero queríamos hacer las cosas bien. Ya se están levantando demasiadas sospechas.

-¿Se han cruzado con algún guardián? -prosiguió Rocio.

-Por supuesto que no, no habríamos vivido para contarlo.

-Entonces, fue Martina, ¿no es así? Ella les advirtio.

-Nunca hemos sabido dónde estaba el límite entre su locura y su don, pero esta vez es distinto, podemos sentirlos -dijo asintiendo con lentitud-. Hay más. Estoy seguro de que ustedes también los han notado. Están en todas partes la calle, la gente, el aire… incluso en el propio silencio.

Sabía perfectamente a que se refería. Una vez que has oído el horroroso rechinar de dientes y esa respiración es muy difícil que vuelvan a desaparecer.

-Nuestro clan ha sufrido un duro golpe con la tortura a la que fue sometido el menor de los nuestros a manos de los grandes predadores, y ahora la advertencia de Martina... Debo proteger a esta familia, por eso he decidido poner tierra de por medio.

Él clavó en mí la misma mirada de extraña curiosidad que la doncella que nos había abierto la puerta.

-No te conozco, joven. -En realidad nos habían presentado en la fiesta, pero por lo visto no le había causado una gran impresión. Miró a Pablo-. ¿Es una Esposito? Se parece a ti –afirmó observándome por un momento-, no te costará trabajo hacerla pasar por tu hermana.

¿A Pablo? Eso era algo imposible, ¿cómo podría compararme con ese joven de belleza arrebatadora?
-¿Tienes alguna teoría que explique este aumento?

-Ninguna en absoluto, querido Pablo, pero hay algo que es cierto: no somos los únicos que han percibido el cambio; todos los cazadores están huyendo de la ciudad. Los Riera ni siquiera avisaron, partieron hacia el norte y van a instalarse en Groenlandia. Nuestros clanes son los únicos que quedan aquí.

El señor alsamendi se levantó y le estrechó la mano.

-Pablo, sabes que te tengo un gran aprecio. Permíteme una recomendación: huyan de aquí cuanto antes, la situación es seria.

-Es algo que aún debemos decidir -aseguró.

-Nosotros partiremos en dos días. -Le puso una mano en el hombro-. Amigo mío, al menos, trasládate con tu clan a esta casa; estan demasiado desprotegidos en mitad del bosque.

-Lo pensaré. Que tengan buena suerte.

-Lo mismo te deseo.

Días después de que regresáramos, oí unas notas agudas en el aire que invadieron todo el espacio. Formaban una melodía muy melancólica que provocó que algo en mi interior se conmoviera. En casa solo quedábamos Pablo y yo. Salí de mi habitación y busqué el origen de aquellos dulces sonidos caminando más sigilosa de lo normal y deleitándome con su música.

Llegué hasta el final del pasillo en el que estaba mi habitación y miré a mi alrededor. Procedía
de una de las puertas más alejadas. Me detuve frente a la última, apoyé el oído contra la madera y escuché. Sí, sin duda procedía de allí. Abrí con cuidado y miré al interior. Era una habitación amplia, bastante más grande que la mía, decorada de forma algo barroca, pero elegante. El estilo de Liam estaba impregnado en cada detalle. Era la versión masculina de la habitación de Rocio, pero tenía algo de lo que carecía tanto la mía como la de ella, un balcón bastante amplio que se dejaba entrever a través de los enormes ventanales.

En el centro, sobre una alfombra circular, distinguí la figura de Pablo recortada contra la ventana, balanceándose mientras tocaba enérgicamente un violín. No me vio entrar y tampoco quise interrumpirle.

La pieza se tornó, de pronto, mucho más violenta. Me sorprendí. Sus dedos iban y venían por las cuerdas, el arco las rozaba casi con crueldad, como un roce mortal.

Estaba dispuesta a marcharme cuando escuché un chirrido y la melodía cesó de golpe.

Pablo agachó la cabeza abatido; una cuerda se había roto. Depositó con delicadeza el violín en su funda, en una esquina junto a un elaborado atril de madera.

-Lo lamento -dijo sin mirarme.

No supe si se refería a mí, pero volvió el rostro en mi dirección para despejar toda duda.

-Es preciosa -musité- ¿es tuya?

Asintió mientras volvía a guardar su arco en la funda.

-La he compuesto para Mariano, es la única despedida que puedo brindarle.

Mis piernas temblaron a la vez que un nuevo nudo se instalaba en mi garganta. Entonces, sin ni siquiera meditarlo, avancé hacia él y lo abracé. Me aferré a su pecho con los ojos cerrados y unas incontenibles ganas de llorar. Al principio, Pablo se mantuvo inmóvil, pero unos segundos después sentí sus brazos rodeando mis hombros.

-Todo saldrá bien, Lali, no permitiré que nada malo te suceda.

-No sé qué pensar ni qué sentir -sollocé-; es demasiado complicado.

-Lo sé, desearía que no hubieras visto esa cabaña.

Mi cuerpo volvió a estremecerse y él me acunó ligeramente entre sus brazos.

-Lo siento mucho, Pablo -gimoteé contra su camisa-. Siento lo que le ha ocurrido.

-Yo también, Lali, no sabes cuánto; era la única familia que me quedaba.

-Me sentía muy unida a él, aunque supongo que nada comparado con ustedes... Pero, Pablo nos tienes a Rocio y a mí...

-Era descendiente de mi linaje, de mi propia sangre -dijo respirando hondo.

-¿Cómo? Yo... no lo sabía -tartamudeé-. Entonces es aún peor, Pablo... Yo tuve la culpa de lo que ocurrió.

-¿Qué es lo que queréis decir? -preguntó extrañado.

-Que, si te hubiese contado lo de Martina, quizás... quizás él no...

-Habría muerto igualmente, Lali -me córtó-. Solo transcurrieron unas horas entre ambos acontecimientos. No habríamos podido hacer nada.

-Pero...

-¿Por qué no has salido a tomar aire? -me preguntó cambiando de tema para romper el repentino silencio que se extendía por la habitación.

-Peter me pidió que me quedara aquí hasta que él viniera.

-¿Y eso cuándo ocurrirá?

-No lo sé, pero empiezo a creer que no regresará.

-Lo hará, no podrá evitarlo.

Era la primera vez que él decía en voz alta algo relacionado con el tema, pero lo hizo de tal modo que me di cuenta de que sentía muchísimo aquellas palabras.

-¿Cómo estás tan seguro? Quizá sea mejor así. -Guardé silencio un segundo- Pablo ¿Por qué llamaron a Peter si no se llevan bien?

-Porque, si de verdad hay una seria amenaza de guardianes, él es el único que realmente podrá protegerte.

-¿A mí?

-No sabemos qué es lo que buscan.

-Eso da igual, no le necesito y tampoco creo que quiera colaborar.

-No te entiendo, creía que confiabas en él.

-Las cosas han cambiado, no quiero que regrese.

-No voy a negartelo, Lali, Rocio me contó lo que ocurrió.

-Creí que te alegrarías -reconocí.

-Y en parte así es, pero nosotros cometimos el error de pensar que estabas bien cuando no era cierto; tampoco fuimos capaces de ver que tu transformación era inminente, y él sí. -Tomó aire-. Él ha estado ahí justo en el momento en que lo has necesitado y te ha ayudado a salir adelante, es un hecho que no podemos ignorar, aunque no lo aprobemos. No imaginas hasta qué punto es malo que te relaciones con ese gran predador, pero sin Mariano, nuestro poder de protección ha menguado. Creeme, jamás recurriríamos a Peter Lanzani sino fuera necesario. Aún debemos pensar en lo que haremos a continuación.

-Creo que tienes razón -reconocí-, tal vez debería haberme dado cuenta antes de con quién estaba tratando.

-Aprendemos de nuestros errores pero contas con toda una eternidad para enmendarlos.

-Ya... supongo que sí, pero me pregunto si no es...

-¿Tarde? -terminó él-. Eso solo depende de lo que hagas a continuación -añadió con voz comprensiva-. ¿Qué es lo que deseas?

-Encontrar la forma de olvidarlo para poder sentir un poco de paz conmigo misma - sonreí con pesar-, pero es demasiado pedir -admití encogiéndome de hombros-. La verdad es que dudo que quiera hablar conmigo para que volvamos a ser amigos, así que quizás ahora sea más sencillo. Pero voy a intentarlo, se los debo.

-No debes preocuparte por nosotros, solo procura tu propio bienestar, pero tene cuidado, te lo imploro, no podemos estar seguros de cuánta humanidad le queda.

Me entristecí, él me tomó de forma suave el mentón y lo elevó para cruzar sus ojos con los míos.

-Nadie te va a hacer elegir, tienes mi palabra de honor, por mucho que estas palabras hayan perdido el auténtico significado que tenían en mis tiempos, cuando yo vivía.

-Me gusta cuando hablas así.

A pesar del dolor que invadía su rostro, torció la boca en una sonrisa que habría arrebatado el aliento a medio planeta.

Seguí esperando y Peter no regresó. A última hora de la tarde del tercer día, cuando ya había comenzado a resignarme y perdido toda esperanza, sonó la argolla de la puerta.

CONTINUARA...

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4 comentarios:

  1. Subiiiiiiiiiiiiiiiii otro por favor :c :DD

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  2. Más!!! Esta muy buena, cada capitulo más intriga, tiene algo que ver lali en todo lo que pasa??

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  3. Normalmente en las novelas es en ocaciones previsible lo que se viene pero con esta no tengo ni idea y eso me encanta

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