#2 del dia
Un cambio supondra un desafio para todos. ¿Lali estara preparada para conocer y enfrentarse a la verdad? ¿Sera Peter capaz de protegerla? ¿Rocio y Pablo aceptaran la ayuda de un gran predador?
En el capitulo anterior...
Pablo volvió a tomar asiento, abatido, y supe que las palabras que ella acababa de pronunciar le habían herido.
-Sí -reconoció-. Aún se culpaba por lo que ocurrió en el puente.
-¿Qué fue lo que pasó? -pregunté, pero me ignoraron una vez más.
-Esa debe de ser, sin duda, la razón por la que le han dado muerte como a un gran predador -agregó Rocio.
-¿Le importaría a alguien explicarme de qué estan hablando?
CAPITULO 57
Peter se
echó hacia atrás en su silla, rígido, meditándolo todo con la frente fruncida mientras
cerraba los puños sobre sus rodillas. Nadie me respondió.
-¿Hola?
-insistí.
Rocio
alzó sus ojos hacia mí, como si fuera la única que me había escuchado. Tomó aire
y, por fin, habló.
-Mariano
cometió un delito hace años -comenzó.
-¿Qué
hizo? -pregunté.
Miró de
soslayo a Pablo y continuó.
-Eliminó
a un gran predador que estaba a punto de acabar con la vida de una chica, justo
a tiempo de evitar que la hiciera saltar por un puente.
-Y... ¿no
se supone que eso era lo correcto?
-No se
puede matar a un gran predador para salvar una vida humana, Lali -susurró Rocio.
Esta vez
fue Peter quien continuó.
-El
número de grandes predadores es muy reducido -explicó de forma monótona, sin mirarme-.
Somos importantes también para mantener el equilibrio, así que la muerte de uno
supone un gran desajuste.
-Esa es
la razón por la que son tan despiadados y prácticamente intocables. -pronuncio
Rocio.
Peter no
hizo ningún comentario al respecto.
-¡Pero
eso no es justo! -exclamé.
-Nosotros
no hacemos las leyes, Lali -señaló Rocio.
Mi
confusión iba en aumento.
-Entonces,
¿se sentía culpable por haber acabado con ese gran predador?
-No, fue
porque la chica saltó de todos modos y no pudo salvarla.
Parpadeé
confusa.
-¿Pero
qué tiene que ver Mina en todo esto?
-Los
gatos de los cazadores no son simples mascotas, Lali, son un símbolo, una protección
ante guardianes; cada clan de cazadores tiene uno. -En ese momento, Cafre saltó
a sus brazos y ella lo acarició con suavidad-. También murieron en su época,
pero existen, igual que nosotros, hasta que fallece el último miembro de la
familia a la cual protegen.
Lo desconcertante es que Mina muriera antes que Mariano, por eso no es normal.
-Pero él
también era un Esposito, ¿por qué tenía otro gato?
-Porque
antes de formar parte de esta familia vivía solo -siguió-, él era su propio
clan. Al venir a esta casa, Mina vino con él.
Guardé
silencio durante unos segundos.
-Pero no
era de noche -insistí- y, además, hoy hay luna.
-Lali,
esos guardianes no iban a cazar, sino a matar.
-¿Y por
qué son ellos los que le han castigado?
Había
tantas cosas que no entendía...
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-¿Quién
mejor? Se nutren de nosotros, ¿no? El Ente, la sociedad que mantiene en orden
todo esto, les da carta blanca porque se asegura que la sentencia va a
ejecutarse -explicó ella de nuevo.
Pablo se
mantenía callado.
-Y
nosotros, entonces, ¿qué somos? -pregunté cada vez más indignada.
-Alimento
de guardianes y grandes predadores en potencia. Sus privilegios son mínimos, el
lugar más bajo en la jerarquía, como te conté hace tiempo -señaló Peter.
Le dirigí
una mirada dolida recordando cómo había incidido en eso la última vez.
-Pueden
disponer de nosotros para lo que les plazca. -La voz de Pablo era gutural, como
si en realidad pensara que estaba hablando solo.
Demasiado
para mis oídos. Pasé la mirada de Pablo a Peter, pero ninguno de los dos me
miró. Solté el aire. No, estaba segura de que él no compartiria la misma
opinión. De ser así no se habría negado a matarme, ni me habría ayudado, aunque
en nuestra última
conversación pareció todo lo contrario. Él seguía tenso. Se deslizó despacio de
mi lado y se levantó.
-Será
mejor que me vaya -dijo con voz mortecina, completamente ausente de todo tipo de
vida-. ¿Estarás bien?
¿Ahora se
preocupa por mi? pensé, no podía estar bien sin tenerle a mi lado. Pero la
expresión de su rostro me preocupaba y tuve la impresión de que no se iría si
no hubiese algo mucho más importante que hacer. Aunque ya me había equivocado
antes con él.
-Sí...
-No te
quedes toda la noche ahí fuera, es peligroso e innecesario. -La protegeremos
bien -dijo Pablo levantándose y colocando una mano sobre el respaldo de mi
silla-. Si hay algún cambio, te lo haremos saber.
Peter
cambió de expresión y le lanzó una extraña mirada que no comprendí. Pablo se la
devolvió con la misma fijeza; era como si se estuvieran retando o algo así.
Peter salió del trance y dio media vuelta hacia el vestíbulo, donde Rocio ya le
esperaba con la puerta abierta. Yo le seguí. Al llegar junto a la entrada se
volvió hacia mí.
-No
salgas de la casa hasta que venga a buscarte, por favor.
-¿A
buscarme? -repetí.
-Sí,
tenemos que hablar.
-¿Sobre
qué? -pregunté a la defensiva.
Miró de
reojo a Rocio.
-Ya habrá
tiempo para eso, ahora debo irme.
¿Se
marchaba? ¿Asi? ¿Sin decirme nada? Pero en el fondo sabía que no tenía
elección.
Rocio
cerró la puerta tras él y volvió a echar todos los cerrojos. Luego se giró
hacia mí.
-¿Por qué
lo has llamado? -pregunté antes de que ella pudiera decir nada.
-Ahora no
es el momento -respondió ella con voz apagada.
-Solo
dime por qué.
-Lali,
por favor, ve a la cama.
Lo dijo
de tal forma que fui incapaz de rebatirla. Mariano había muerto y debía dejar momentáneamente
el asunto de Peter a un lado.
En cuanto
entré, descorrí las cortinas de mi habitación de par en
par. Abrí las ventanas y me asomé al exterior para comprobar que ya se había marchado.
Efectivamente, su coche ya había desaparecido. No tenía ni idea de para qué había
regresado, pero no estaba dispuesta a pensar en ello en ese momento, así que
cerré los cristales y me volví al interior para enfrentarme a mi cama y a una
larga noche en vela.
Me dirigí
a la ducha. Era lo único que se me ocurría hacer en ese momento; aún debía
quitarme los restos de suciedad y el agua me serviría para aclarar las ideas.
Cogí una toalla y ropa limpia y me encerré en el baño. Me miré en el espejo,
tenía peor aspecto del que imaginaba. La ropa no tenía arreglo, la tiraría
directamente a la basura, estaba teñida de barro y llena de agujeros de
distintos tamaños y formas. La lancé contra una esquina y me metí en la ducha.
Conforme
el agua fue cayendo por mi cuerpo me fui sintiendo cada vez mejor. Me miré las
manos, ahora limpias, y comprobé que apenas se distinguían ya los cortes. Cerré
el grifo
para lavarme el pelo y oí otra ducha abierta; no había sido la única que había tenido
esa idea, aunque, por el aspecto con el que habíamos regresado los tres, la
verdad es que no se me ocurría ninguna otra posibilidad.
Comencé a
dar vueltas a la conversación que habíamos tenido minutos antes. Oír de boca de
Pablo que Mariano había muerto me había resultado mucho más impactante y doloroso
que la imagen de la evidencia en la cabaña. Él me había cuidado como ningún otro, se
había preocupado de cada detalle y me había apoyado igual que lo habría hecho un
padre. Era extraño, pero podría haber llegado a quererle como a uno, aunque supongo
que ahora ya ninguno de los dos lo sabría nunca. Todos se habían alterado con
la muerte de Mina. Seguían ocultándome
algo. Quizá Peter me lo explicara cuando estuviéramos a solas al día siguiente.
No sé
cuánto tiempo estuve bajo el agua, pero no fue poco. Cerré el grifo, me escurrí
el pelo y me envolví en una toalla.
Me vestí
y salí de nuevo a mi habitación.
La noche era aún más oscura, pero se veía la luna allí lejos, en lo alto del firmamento.
No pude contenerme, me acerqué a la ventana con la esperanza de ver allí a
Peter, pero, una vez más, no lo encontré. ¿Por qué lo habían llamado? Es más,
¿por qué razón él había decidido regresar? Había deseado ese reencuentro más
que cualquier otra cosa, pero él se había mostrado tan frío y distante que
ahora dudaba que de verdad quisiera
volver a verle. Lo que menos necesitaba en ese momento era que regresara para complicarme
de nuevo la vida.
Por la
manera en que se había comportado, no parecía que tuviese la más mínima intención
de reconciliarse conmigo, pero, entonces, ¿qué era lo que pretendía?
Me di por
vencida y me tiré sobre la cama. Error. Las imágenes vinieron a mi cabeza en una
sucesión de escenas más propias de las películas de terror. La noche del aparcamiento,
el día que me encontré cara a cara con un guardián después de la fiesta, la imagen
de la cabaña ensangrentada, la lápida de Mina, la sensación de algo respirando contra mi
nuca, aquel horrible rechinar de dientes y el frío calado en los huesos.
Me quedé
inmóvil, incapaz si quiera de pestañear, escrutando la oscuridad de mi habitación
con los ojos tan abiertos como platos y los oídos en alerta intentando captar cualquier
tipo de ruido. Escuché unas ligerísimas pisadas en el pasillo. Mi cuerpo entero
se tensó. Un ruido sordo retumbó en el silencio, acompañado de una pequeña
vocecilla que maldecía algo con un tenue susurro. Me relajé, era Rocio. Salté
de la cama y salí al pasillo. La encontré recogiendo un pesado libro del suelo.
-¿Te he
despertado? -me preguntó.
-No, para
nada.
-¿Tú
tampoco puedes dormir?
-Supongo.
-He
estado intentando leer para evadir la mente, pero... es inútil. -Hizo una
pausa, parecía confundida-. A lo mejor debería ponerme a estudiar. O quizá
salga al balcón de Pablo, necesito pensar con claridad.
Tenía la
mirada perdida y estaba segura de que no era consciente de que yo estaba allí.
Siguió
hablando para sí misma mientras desaparecía por el pasillo a oscuras. Oí el sonido
de cubitos de hielo estrellándose contra una fuente cristalina, puede que un cuenco,
como de costumbre, proveniente de la planta baja.
Bajé
despacio y encontré a Pablo, aún con la ropa rasgada puesta, tumbado en el sofá
con las manos detrás de la nuca. Tenía el cuenco de hielos posado sobre su
vientre y trituraba distraídamente un cubito en la boca. Tenía el aspecto de un
perfecto muñeco maltratado y el rostro muy sombrío. Sus ojos destilaban dolor,
mucho dolor. No me vio hasta que
estuve junto a él. Parpadeó unas cuantas veces para intentar disipar ese rastro de
sufrimiento y bajó las piernas para hacerme un sitio a su lado. Sin decir una
palabra me ofreció el cuenco, pero lo rechacé con un movimiento de cabeza; me
encontraba bien, al menos físicamente. Lamentaba no ser de esas personas que
siempre encuentran la palabra perfecta para cada situación.
-¿Estás
bien? -pregunté con timidez.
-Define
esa palabra, te lo ruego -respondió contemplando el techo.
-Pablo...
-No debes
preocuparte por mí, Lali. ¿Cómo te encuentras? Debes de estar conmocionada.
-Es... complicado.
-Se volvió hacia mí por primera vez, yo me acerqué un poco más-. No sé qué
siento porque soy incapaz de asimilarlo, no puedo creer que no vaya a volver a
verle. Todo es tan... surrealista -dije-, como una extraña pesadilla.
-Sí,
quizá toda esta vida sea tan solo eso, una pesadilla -murmuró centrando de
nuevo su atención en el techo.
Jamás
había oído hablar a Pablo de esa manera, como si de verdad odiara ser lo que
era.
Por primera vez, vi el paso de los largos
siglos reflejado en sus ojos.
CONTINUARA...
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ResponderEliminarMe sorprenderia donde la muchacha que Mariano intento salvar sea Lali
ResponderEliminarotrooo!!!! Que peter le diga algo a lali!!!! :) Buenisima la novee!!!! Caritox!
ResponderEliminarTe lo pedimossss porfaa!!! Alegranos el domingo!!!! :)
ResponderEliminarMás!! Peter que viene a hacer entre medio de ellos? Pq mina murió primero??? Mäs!!
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