martes, 20 de noviembre de 2012

Capitulo 53

Ey!! Volvi!! Recien hoy me devolvieron la computadora! Casi me agarra un paro cardiaco cuando no encontre la carpeta con toda la nove hecha! Pero por suerte y gracias a Dios la encontre! Si estan hago maraton! Como extrañaba este blog y a todas ustedes! Mas de 11000 visitas! Gracias. Disfruten chiquis! Las ♥
 
 
 
A veces el amor no significa que todo sera color de rosas....y mucho menos un cuento de hadas


En el capitulo anterior...
 
-¿Se supone que debo estar agradecida?- pregunté sarcásticamente mientras me cruzaba de brazos.

Él se dio media vuelta para marcharse.

-Todo esto solo ha sido una pérdida de tiempo. Debí haber hecho caso a…

-¿A quién?- le grité mientras se alejaba-. ¿A Candela? ¿A Victorio? Quizá deberías entregarme a ellos de una vez, seguro que saben divertirse conmigo más que tú.
 
CAPITULO 53
 


Se giró de inmediato hacia mí. Antes de querer darme cuenta estaba a mi lado y, con un
movimiento que apenas fue capaz de percibir, me agarró del cuello con una sola mano,
elevándome unos cuantos centímetros del suelo.
 
-Ni se te ocurra regresar a esa casa, Lali - dijo apretando mucho los dientes-, o te aseguro que en esta ocasión no habrá nadie que detenga a Victorio.
 
Se vio reflejado en mis ojos, mirándole casi con pavor y cerró los suyos con fuerza.
 
Poco después me soltó bruscamente, yo perdí el equilibrio y caí hacia atrás, humillada.
 
La verdad cayó sobre mí, y lo entendí todo, ya ni siquiera le importaba. No me arrepentía de haberle conocido, lo único de lo que me culpaba era de sentir algo por él.
 
-Me he equivocado- balbuceé-, lo siento.
 
Y tanto que lo sentía. ¿Cómo podía haberme enamorado de alguien así?
 
-Ya era hora de que abrieras los ojos; los errores, aquí, se pagan muy caros.
 
Me armé de valor y me puse en pie, frente a él, desprendiendo de mis pupilas todo el dolor y la vergüenza que sentía en ese momento.
 
-¡Fuera de aquí!- exclamé estirando un brazo hacia la carretera, pero él no se movió ni
un milímetro-. ¡Marchate!- insistí.
 
Era inútil ocultar el temblor de mi voz, mi voluntar se quebraba al verle ahí tan quieto, penetrándome con su mirada. No pude soportarlo más tiempo. Me di media vuelta, sin pronunciar ni una palabra más, sin volverme para grabar su rostro en mi mente por última vez.
 
Entré corriendo en la casa. Cuando cerré la puerta, él ya había montado de nuevo en el caballo. Me apoyé contra la madera, tapándome la boca para ahogar el grito de dolor que se desprendió de mi pecho, el dolor del rechazo.
 
Debía confesarle que le quería, que no me importaba lo que fuera y escucharle. Abrí la puerta de golpe y salí corriendo a la calle tras él. Aún podía verle; cabalgando a gran velocidad, a punto de desaparecer de la carretera. Debía alcanzarle, tenía que decírselo…Corrí tras él, sin quitarme los zapatos y con el sonido del roce de mi vestido irrumpiendo en el silencio de la noche.
 
-¡Peter!- grité-, ¡Peter! No lo hagas, no me dejes.
 
Llegué al final del camino, donde se dividía en dos. Pero ya era tarde, se había ido.
 
Dejé que mis piernas frenaran. El escozor que sentí en los ojos me nubló la vista. Me senté allí, abatida, en el bordillo de la acera. Me derrumbé por el dolor que me apretaba en el pecho. No pude gritar ni tampoco respirar por el tremendo nudo que me oprimía la garganta y que apenas me permitía gimotear.
 
Me puse de pie con dificultad, me sentía muy mareada. Tomé aire, pero solo entró a trompicones en mis pulmones. Me quedé ahí plantada durante varios minutos, en mitad de la carretera, observando el lugar por donde había desaparecido. Cerré los ojos con fuerza. Necesitaba regresar a casa y derrumbarme sobre mi cama. Recogí los pliegues del vestido y emprendí el regreso a través de los árboles. Intenté con desesperación no pensar en lo que acababa de ocurrir, pero fracasé. No podía ignorar el hecho de que acababa de perder a una de las personas que más amaba.
 
El aire volvió a ser insuficiente y el sentimiento de soledad volvió a golpearme. Si tan solo…
 
Me detuve en seco, concentrándome por primera vez en el exterior. Pero no había nada a lo que prestar atención; todo estaba asumido en un profundo silencio. Ni el aire rozando las copas de los árboles y meciendo los arbustos, ni los grillos frotando sus alas…, nada. Capté un olor que recordaba perfectamente, una mezcla de alcantarilla, amoníaco y abono de jardín. Comprendí enseguida la razón por la que mi cuerpo entero se había tensado al sentirlo.
 
Miré al cielo buscando con ansiedad un rastro de la luna y la encontré tras las nubes. Pero ese hedor…
 
-Tranquila- susurré a la oscuridad que me rodeaba-. No puede ser eso.
 
Podía ver la casa no muy a lo lejos de allí. Si me daba prisa tal vez podría alcanzarla.
 
Agarré los pliegues del vestido con fuerza y apreté tanto el paso que podría parecer que corría, pero no lo hice para poder estar más atenta a mis sentidos.
 
Un segundo después, noté un aliento frío en la nuca y una respiración entrecortada acompañada por un crujir de dientes. No paré, pero reduje la velocidad y, aterrada, me volví. No pude ni siquiera gritar, mi voz se quedó congelada en mi garganta. A menos de dos palmos de distancia tenía el rostro desencajado de una figura mortecina. No podía decir que se tratara de un hombre, a pesar de vestir como tal. Era mucho más alto que yo, y amenazante. Su iris era azul, eléctrico, y su piel blanca, no quiero decir pálida sino completamente blanca, igual que la extraña masa que caía hacia atrás en forma de cabellera. Abrí los ojos como platos cuando lo vi sonreír de forma macabra, enseñando
su afilada dentadura. A nadie se le ocurrió comentarme que todos sus dientes parecían colmillos. Ladeó la cabeza muy despacio mientras pronunciaba cada vez más su monstruosa respiración. Su aliento penetró en mi cuerpo y por primera vez sentí frío, un frío espantoso. Sus ojos se tornaron blancos y me miraron como si intentaran atravesarme.
 
Mi instinto de supervivencia pudo más que la razón y, en ese momento, mi cuerpo reaccionó. Eché a correr tan rápido como pudieron mis piernas. Subí casi saltando las escaleras que dirigían hacia la entrada rezando para no caerme. Abrí de un empujón y la cerré tras de mí, echando, por primera vez, todos los cerrojos y cadenas que vi justo antes de sentir un fuerte golpe contra ella. Me alejé de la entrada hasta que choqué contra la pared opuesta. Mina y Cafre acudieron a mis brazos. La luz de la entrada estalló dejándome a oscuras, agazapada en una esquina. La puerta seguía agitándose con violencia hasta que, de pronto, cesó. No me moví, ni siquiera respiré. Tenía todos los músculos agarrotados, y los oídos tan agudizados que incluso me dolían. Fuera no se escuchaba ni un leve rastro de vida.
 
Un pequeño grito brotó de mi garganta cuando, sin previo avios, el reloj anunció la medianoche con doce campanadas. Ese sobresalto me obligó a volver a respirar para tratar de serenarme. Me puse de pie apoyándome contra la pared y encendí todas y cada una de las luces de la planta baja. Con las piernas temblándome me acerqué a la ventana y miré al otro lado. Agudicé aún más el oído; viento, hojas e incluso el aleteo de algún murciélago llegaron a mí. Volvía a haber vida fuera de la casa. Respiré, se había ido.
 
Quité los cerrojos de la puerta, recogí los restos de la bombilla rota y subí a mi habitación.
 
Mi pequeño encuentro con el guardián había provocado que la última conversación con Peter quedara momentáneamente en segundo plano, pero, una vez sola en la casa, protegida de todo lo que rondara fuera, todo volvió a mi cabeza.
 
Me vi reflejada en el espejo nada más entrar en mi habitación. Me acerqué a él, mi imagen me devolvió un rostro dolorido, más pálido de lo normal. Ni siquiera el maquillaje que aún me quedaba podía disimularlo. Parecía más muerta que nunca; toda la vida que él me aportaba se había esfumado dejándome con la cruda realidad; no había nada, absolutamente nada, vivo dentro de mí.
 
Aparté la mirada para no ver mi propio dolor reflejado. Me quité los guantes, el vestido, los zapatos… Todo. Apagué la luz para poder escapar de mi imagen, me metí en la ducha e hice algo que llevaba siglos sin hacer, abrí el grifo del agua caliente. La sensación de frío que la respiración de aquel guardián había dejado en mi cuerpo iba en aumento y no me abandonaba.
 
Dejé que el agua resbalara por mi piel, sin reconfortarme, mientras recordaba cada detalle de esa despedida, cada palabra clavándose en mi silencioso corazón; sus ojos sombríos, su voz fría… Lo que debería haber sido una noche mágica había terminado siendo el peor momento que recordaba desde que descubrí que había muerto. Cerré los ojos; no era capaz de asimilarlo, todo era demasiado confuso. Cinco, diez, o no sé cuántos minutos más tarde, cerré el grifo y me envolví en una toalla.
Una música lenta llegó a mis oídos. Percibí el aroma de los Esposito; ya habían regresado. Sentí unos pasos acercarse a mi habitación y unos golpecitos contra la puerta. No respondí, y entraron. Por el sonido de las telas, estaba segura que era Rocio. El tacón de sus zapatos resonó contra el suelo, dio una pequeña vuelta y, cuando dedujo dónde me encontraba, sus pisadas se perdieron de nuevo por el pasillo. Agradecí que no dijera nada, que no preguntara en ese momento cómo me encontraba, porque no hubiese sido capaz de ocultarlo. Encharqué todo el suelo al salir de la bañera. No fui consciente de nada a mi alrededor. Me faltaba algo, algo que hiciera que tomara consciencia de lo que ocurría. Veía sin mirar, oía sin escuchar, sentía sin sentir…
 
Apoyé la cabeza contra la pared húmeda y dejé que mi espalda resbalara hasta que quedé sentada en el suelo, aovillada, abrazada a la toalla. De pronto, comencé a tiritar de forma descontrolada y mi cuerpo se estremeció de frío. Me rodeé los brazos y eché la cabeza hacia atrás, con los ojos cerrados, en un vago intento de que eso me ayudara a olvidar la extraña e incompresible sensación que se había apoderado de mí. Me cubrí el rostro con las manos y, entonces, me di cuenta de algo. Las aparté de inmediato, asustada, su sola idea me aterraba. Alcé mis muñecas por la nariz, con miedo, luego mis brazos, mi pelo…, y no encontré lo que tanto ansiaba, a pesar de inhalar con desesperación, buscando un rastro suyo, un rastro de su aroma en mi piel…, pero ya no estaba. Mis ojos se encharcaron sin derramar una lágrima; había perdido su olor, mi labio empezó a temblar, pero esta vez no era de frío.
 
Un pesado nudo se apostó en mi garganta, inspiré grandes bocanadas de aire para poder
liberarlo, pero fue inútil. Los jadeos se convirtieron en gemidos. Se había ido, se había ido del todo. Sollocé más fuerte. El dolor de la verdad me abofeteó con fuerza; había dejado escapar mi única posibilidad de ser feliz. 

Me cubrí la boca con la mano conteniendo el aliento mientras mi cuerpo se retorcía de dolor, y allí, encerrada en el suelo de aquel baño, aprendí a llorar sin lágrimas.

Continuara...

+10 FIRMAS SUBO OTRO

14 comentarios:

  1. Que Buenos que regresastee sine massa

    ResponderEliminar
  2. Ay, que penita... :( Espero que Peter vuelva pronto.

    ResponderEliminar
  3. MASS PORFAAA!!.... :) COMO TE FUE EN LOS ESTUDIOS? .. CARO

    ResponderEliminar
  4. massssss noveee no sabes todoo lo que t espereee

    ResponderEliminar
  5. xfissss no nos dejes asiiii

    ResponderEliminar
  6. Wow que dolor" aprendí a llorar sin lagrimas" pobre de Lali :( que CAP tan triste. Pero que bueno que regresaste se te extrañaba!!
    Un beso y abrazo
    @Titel842

    ResponderEliminar