domingo, 25 de noviembre de 2012

Capitulo 56


Hola!!! SE COPAN CON UN MARATON!??


Un regreso esperado...un peligro anunciado


En el capitulo anterior...

-Lo he oído hasta yo -balbuceé.

-¡Salten!

No esperé a escucharlo una segunda vez. Me arrojé por la ventana al tiempo que el techo se desplomaba justo sobre el lugar donde nos encontrábamos hacía apenas unas milésimas de segundo y caí rodando por la nieve.

-¡Corran! -gritó Pablo.

Me volví hacia la casa; algo se removía entre los escombros. Asustada, me levanté y salí de ahí tan rápido como pude.

CAPITULO 56

Pablo iba en primera posición y yo, en la última. No me movía tan rápido como ellos y era incapaz de seguir sus grandes zancadas, a tientas, sin distinguir el camino y a contraviento. La nieve me entraba en los ojos, luché con desesperación para liberarlos, pero era inútil. Entonces, tropecé con algo y caí al suelo. Mis brazos se hundieron en la nieve al intentar frenar el golpe. Me puse en pie tan veloz
como pude, pero, por un momento, no advertí nada a mi alrededor, nada en absoluto. Me mantuve inmóvil. Estaba desorientada, había perdido a Pablo y Rocio y ahora no sabía qué camino debía seguir. 

Mi cuerpo empezó a temblar, pero no de frío, como si hubiera advertido la peligrosa cercanía de esa criatura antes que mi mente. De nuevo, ese frío aliento ascendió hasta mi nuca y mi cuerpo entero se estremeció. Pablo me gritó algo que fui incapaz de escuchar, pero podía imaginarlo: me estaba diciendo que lo tenía justo detrás, demasiado cerca de mí, que corriese para salvarme... pero yo era incapaz de reaccionar. Me limité a mirarlo mientras mi respiración se aceleraba, contando los segundos para que todo acabara. Entonces, echó a correr en mi dirección. Cerré los ojos, preparándome para el golpe final. El guardián no esperaría a que él llegara a salvarme. En ese momento me vino a la cabeza la imagen de Peter, borrosa excepto por sus ojos, tan negros y penetrantes como los recordaba.

-¡Lali!

Abrí los ojos de golpe, ese grito sonaba mucho más cercano. Pablo estaba ya a tan solo unos pocos metros de distancia. Entonces, sin darme tiempo para preguntarme por qué razón aún seguía viva, llegó hasta mí, me aferró de la muñeca con firmeza y tiró de ella con fuerza detrás de Rocio.

Me llevaba tan rápido que creía que iba a echar a volar. Por fin, salimos del bosque, intenté frenar al ver lo que tenía delante pero él seguía tirando de mí. Proferí un grito al caer por una empinada pendiente, casi parecía un precipicio. Rodé chocando contra piedras y arbustos. Sentí dolor, mucho dolor, y aferré la mano de Pablo más fuerte. Un golpe en la cabeza hizo que perdiera el sentido de la orientación durante un momento. Cuando logré recuperarlo, distinguí el coche no muy lejos de nosotros. Rocio ya había llegado, había abierto una puerta trasera y se apresuraba a entrar en el asiento del piloto.

-¡Corré Lali! ¡Corré! -me gritaba Pablo-. ¡Ya estamos cerca! ¡Corre!

Llegamos al todoterreno, que ya estaba en marcha. Pablo me empujó al interior, se tiró sobre mí e, inmediatamente después, cerró de un portazo. Algo impactó con un gran golpe que hizo tambalear el coche. El todoterreno comenzó a dar fuertes sacudidas, mucho más violentas que antes porque ahora circulábamos cuesta abajo y a mucha más velocidad.

Él se acercó más a mí y me abrochó el cinturón de seguridad como pudo. Como acto reflejo aferré su mano con fuerza, hasta tal punto que podría haber quebrado los huesos de una persona normal.

-¿Qué ocurre? -preguntó Rocio intentando no apartarla vista del camino, sin mucho éxito.

-Lo tenemos encima -anunció Pablo, confirmando mis peores expectativas-. Regresa a la carretera. -Intentaba que su voz sonara calmada, pero ella no parecía reaccionar-. ¡Ro! ¡Dirigete a la carretera! -repitió.

Las sacudidas cesaron al conducir por el asfalto, pero Rocio cogía las curvas a tanta velocidad que me chocaba contra la ventanilla a pesar del cinturón. En una bastante cerrada, el vehículo derrapó y quedó durante un instante suspendido sobre dos ruedas.

Vi en primer plano la pendiente que caía a pocos metros de distancia. Miré hacia atrás con la esperanza de que ese movimiento hubiera acabado con el guardián que se aferraba al techo, pero no vi caer nada de la parte superior.

Lo que pasó a continuación ocurrió en una fracción de segundo. Una mano apareció por el parabrisas partiendo el cristal con un fuerte golpe. Rocio perdió por completo el control del vehículo y nos precipitamos a través de la pendiente. El todoterreno cayó abollándose como si fuese de papel, chocando contra troncos, ramas, rocas..., girando y dando vueltas sobre sí mismo. El cristal trasero se rompió a mi espalda haciéndose añicos y todos los airbags se activaron. El coche continuó rodando y, finalmente, se
desplomó sobre el asfalto de la carretera que circulaba al pie de la montaña.

Un instante después, solo había silencio, y así fue durante unos segundos. Poco a poco sentí revolverse a Pablo y la respiración entrecortada de Rocio delante. Levanté la vista e intenté mirar a mi alrededor. 

Escuché los pequeños cristalitos caer conforme nos movíamos y los cinturones de seguridad abriéndose. Pablo se volvió hacia atrás y me puso una mano en el hombro.

-¿Estás bien? -me preguntó.

Su inmaculado rostro estaba teñido de barro y tenía pequeños fragmentos de cristal incrustados en la piel de la cara y de los brazos.

-Sí... -le contesté examinándome a mí misma.

Tenía cortes en la ropa, los brazos y las manos, pero no sangraba.

Ambos miramos a Rocio. A pesar de lo aparatoso de lo sucedido, ella no había sufrido apenas ningún daño. Su airbag había sido el primero en saltar evitándole la mayor parte de los golpes. Se volvió hacia nosotros con los ojos desorientados, pero no dijo nada.

Nos evaluó un instante y luego elevó sus ojos hacia arriba. La caída había provocado que por un momento olvidara por qué huíamos, pero, en ese momento, lo recordé todo y el pánico volvió a crecer dentro de mí.

Nadie volvió a hablar durante el trayecto de vuelta a casa. Durante el camino estuve aguardando con impaciencia a que el cielo terminara de cerrarse, agradeciendo mil veces que esa noche tuviera luna. Cuando aparcamos frente a la entrada, Rocio salió y abrió la casa mientras Pablo sacaba el equipaje del maletero. Les seguí sin saber muy bien qué hacer o decir y mirando con ansiedad hacia atrás, a cada ruido que oía o a cada cosa que se movía, por miedo a que volviera a aparecer. Deseé con todas mis fuerzas tener a Peter en ese momento y la seguridad que me proporcionaba su presencia.

Entramos en silencio y por primera vez vi a Rocio cerrar con todos los seguros que tenía la puerta, exactamente lo mismo que había hecho yo un par de semanas antes.

Pablo dejó las bolsas en mitad del vestíbulo y los tres nos miramos.

-Iré por algo para limpiarnos -anunció Rocio.

-Te acompañamos -me apresuré a decir.

Pablo me puso una mano en la espalda y me condujo hasta la cocina. Me senté en una silla, lo más alejada posible de la ventana, y esperé a que Rocio pusiera ante nosotros un gran cuenco con agua y unos paños. Luego se unió a nosotros a la mesa, pero ninguno hizo nada. Decidí dar el primer paso. Cogí uno, lo mojé y empecé a limpiar los restos de suciedad de mis cortes.

No me atrevía a decir nada. Esperaba que alguno de los dos hablara primero, pero parecían absortos en sus propios pensamientos. Pablo miraba hacia abajo, con la vista concentrada en sus dedos entrelazados sobre la mesa. Rocio mantenía la suya perdida en algún lugar al otro lado de la ventana, con el entrecejo ligeramente fruncido y pellizcándose el labio inferior con dos dedos, nerviosa.

Iba a romper el silencio cuando Rocio se levantó de improviso, sobresaltándome.

Pablo alzó poco a poco la cabeza, intercambiaron una mirada y asintió. Ella se acercó con pasos decididos a la encimera, cogió algo y salió de la cocina en dirección al recibidor. Me fijé en el semblante mortecino de Pablo y vi reflejado en él un dolor que no fui capaz de calcular. Me eché hacia delante en la mesa y le tomé una mano con tanta delicadez como mis temblorosos dedos me permitieron. Él me miró.

-Gracias por volver por mí -le dije-, no habría llegado al coche de no ser por ti.

Intentó dirigirme una sonrisa, pero no consiguió que llegara a sus ojos.

-No tienes que agradecérmelo, Lali. -Su voz sonaba mucho más grave de lo normal.

-Yo creo que sí.

Me fijé en su rostro. Aún no se había quitado los restos de tierra e incluso aún había algún cristalito clavado en su piel. Cogí un paño humedecido y fui limpiándolo. Extraje uno de los cristales de su pómulo; la punta estaba teñida de rojo.

-Creía que no podíamos sangrar -reconocí poniendo toda mi atención en el cuenco con agua.

-Tenemos sangre aunque no se bombee, la única diferencia es que no hay hemorragia.

Medité mientras escurría el paño, ¿qué le habrían hecho entonces al pobre Mariano para que dejara esas marcas en la cabaña? Me estremecí. Pablo apartó un mechón de pelo que había caído sobre mis ojos.

-Imagino que tampoco quedará cicatriz -comenté intentando evitar su mirada.

-Así es.

Me concentré en un profundo corte que tenía en una ceja. Sabía que no le dolía, pero aun así puse todo mi empeño en hacerlo delicadamente. Noté, de pronto, su mano sobre la mía, apretándola más contra su mejilla. Mis ojos se cruzaron con los suyos, pero ninguno los apartó. Era extraño, pero ese contacto me hacía sentir bien. Entonces, la puerta de la cocina se abrió de par en par sobresaltándonos a ambos.

-Lali -Peter se dirigió con paso seguro hacia mí. Se me cortó la respiración. ¿Qué hacía él ahí? Me levanté y me obligué a refrenar el impulso de abrazarme con fuerza a su pecho, aunque lo necesitara con locura. Recordé lo horrible que había sido nuestra última conversación y retrocedí un paso-. ¿Estás bien?

Su voz sonó como un leve gesto de cortesía hacia mí. Eso me dolió, era evidente que continuaba pensando lo mismo que la última vez.

-¿Qué haces tú aquí? -le espeté.

-Ella está bien -señaló Pablo antes de que él pudiera responder-. Se trata de Mariano, ha muerto.

Esa última frase caló en mi silencioso corazón y un extraño escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Oírselo decir en alto era como la constatación del hecho. Peter apartó su atención de mí y la clavó en el rostro de Pablo, que la sujetaba cabeza con los dedos apoyados contra sus sienes y los párpados cerrados.

-¿Qué ha ocurrido?

Pablo, sin abrir los ojos, extendió un brazo señalando una silla vacía en la mesa.

Peter se sentó despacio y miró a Pablo y a Rocio, que también había regresado a la mesa. Imitándoles, volví a ocupar mi asiento.

-Al llegar -comenzó Pablo- encontramos restos de la sangre de Mariano... Aún había un guardián ahí cuando llegamos. -Cerró los ojos y aspiró con fuerza- Tuvimos que huir de allí como cobardes. No estábamos preparados.

-Nos hemos salvado por poco -reconoció Rocio. Christian fue a decir algo pero Rocio le interrumpió.

-Hay algo más -agregó-, encontramos la tumba de Mina.

-¿Su gata? -Los ojos de Peter se abrieron más de lo normal-. No es lógico que muera antes que su amo -continuó.

-Mariano tuvo tiempo para construírsela. Cafre la encontró antes de que llegáramos a la cabaña.

Peter adoptó la misma expresión que había visto en los otros dos en la montaña.

-¿Qué significa eso? -quise saber.

-No lo entiendo. -Pablo se puso en pie motivado por una fuerza interna-, ¿por qué no regresó a nuestro lado? ¿Por qué no buscó ayuda?

-Quizá quería eso -susurró Rocio.

-¿Quién podría anhelar una muerte tan despiadada? -espetó Pablo.

-Mariano odiaba esta existencia desde hacía décadas -reveló Rocio.

Pablo volvió a tomar asiento, abatido, y supe que las palabras que ella acababa de pronunciar le habían herido.

-Sí -reconoció-. Aún se culpaba por lo que ocurrió en el puente.

-¿Qué fue lo que pasó? -pregunté, pero me ignoraron una vez más.

-Esa debe de ser, sin duda, la razón por la que le han dado muerte como a un gran predador -agregó Rocio.

-¿Le importaría a alguien explicarme de qué estan hablando?

CONTINUARA...

+7 FIRMAS SUBO OTRO

11 comentarios:

  1. No!!! Y peter que hace ahí??? Que pasó en el puente?? Más!!

    ResponderEliminar
  2. Estoy como Lali jaja no entiendo nada..

    ResponderEliminar
  3. Porque aprecio Peter tan preocupado.de repente? Mas! No nos puedes dejar as!! :)

    ResponderEliminar
  4. masssssss quieroo maraton

    ResponderEliminar
  5. mass no me puedes dejar asii!!!!

    ResponderEliminar
  6. porque Peter esta ahì?!?!?!?!?!?!!??!??

    ResponderEliminar
  7. mas mas mas mas mas mas mas mas mas
    mas mas mas mas mas mas mas mas mas
    mas mas mas mas mas mas mas mas mas
    mas mas mas mas mas mas mas mas mas
    mas mas mas mas mas mas mas mas mas
    mas mas mas mas mas mas mas mas mas
    mas mas mas mas mas mas mas mas mas

    ResponderEliminar
  8. mas mas mas mas mas mas mas mas mas
    mas mas mas mas mas mas mas mas mas
    mas mas mas mas mas mas mas mas mas
    mas mas mas mas mas mas mas mas mas
    mas mas mas mas mas mas mas mas mas
    mas mas mas mas mas mas mas mas mas
    mas mas mas mas mas mas mas mas mas

    ResponderEliminar
  9. Si maratonEsta hostiria me tiene atrapada

    ResponderEliminar